viernes, junio 20, 2008

La última noche en el Perro, siempre se dice la penúltima...

Todo llega,
efectivamente,
todo llega...
Después de una intensa temporada de recitales, festivales, ediciones y otras cosas que no se cuentan, hemos llegado al final. No nos congelaremos en este verano. Seguiremos escribiendo, repensando y mirando debajo del subsuelo para preparar las nuevas noches. Con una copa de vino y un poema amarillo, todo se puede. La verdad es que me resulta impresionante que en esta ciudad tan pequeña -no hablo de término- haya tanto poeta por metro cuadrado. Cada vez salen más, muestran su cabezita tímidamente como los caracoles cuando llueve. Todo está en un continuo cambio. No prometo nada para los meses que vienen, pero puedo decir que intentaré seguir con la copa en la mano, el micrófono cerca de la nariz y mil y un libros por editar.
Han sido muchos los que nos han apoyado. Han sido muchos pájaros los que han aparecido y desaparecido y vuelto a aparecer. Eso es lo más grande. Para todos, mi agradecimiento.

Y un saludo a Luis, que nos contagia su entusiasmo y hace que queramos seguir y seguir y mejorar y mejorar. Los libros los dejamos en el Tendedero. Después de verano, el viento dirá...

LAS COSAS

El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,

un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde

una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
láminas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,

ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.

Jorge Luis Borges

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