Mi casa se llama piso
y es humilde
porque es un bajo.
Destruí con una maza sus paredes
para abrirla a los visitantes
y estuve un mes entero
tirando bolsa a bolsa
sus escombros,
para no alarmar a los vecinos.
Mi piso
sabe latín
y sabe esperarme
cuando llego a horas borrosas
y con un simple gesto de llave
en su matemático agujero
se me abre.
Nunca me puso un pero.
Mi cueva tiene paredes que arden
cuando se me encienden las dudas.
Posee una especial capacidad
para hacerme llegar
la vida de los vecinos,
mi casa es tan pequeña
que a veces sólo quepo yo,
y otras veces cabemos dos.
Sus techos son desiguales
-nunca lo entendí-
ocurrieron en mi piso muchos partos
y también abortos
antinaturales,
también arropó culebras
y mujeres sin alma,
mi casa a veces
no sabe lo que se hace.
Mi casa a veces se piensa
que no es mi casa
y yo la limpio,
la pinto,
le pongo nuevos muebles
si la economía lo permite.
Le pongo música de Satie
y canciones de Calamaro
de cuando vivía Miguel abuelo,
también le pongo Soul y Tango,
y es entonces cuando me duerme
entre sus cálidas esquinas
y me dice al oído
“sólo yo seré tu casa”.
Este poema lo edité en el NOCAUT a finales de 2009, y hace unas semanas, en el recital de Las Noches del Cangrejo donde debutaba Marga L. Morales, me respondió con este otro de su puño y letra;
Donde Dan Quitan
Dónde están los besos
Fijos cada noche cada mañana:
Qué desprende esta muerte camuflada
Este cementerio de colchones.
Renacemos al posarnos en los vivos
Me gusta cómo actúan
Lo nuestro no es teatro
No hay público, no nos salvan.
Si estuviéramos en nuestros lechos
En las tumbas
No entraría el sol
Nos sabríamos mortales.
-Esta luz es cruel
Da imagen
Proyecta sin drogarnos-.
Agrietado el hábitat
Se derrumba
Por qué seguir sosteniéndolo
Se me escurren los trozos de las manos
Los cimientos arenosos.
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