Nunca pensé
que pudiera llegar
a decírtelo así;
búscate otro lugar.
Andrés Calamaro.
Se puede morir de presencias.
A. Pizarnik
Temo que hay instantes en la vida
en que Shubert no dice nada...
Retrato de una dama.
Este es mi testamento: después de que hayas recibido este documento, estaré muerto. Si quieres verme algún día, visita alguno de mis cementerios, pero no esperes que te abra ninguna de sus puertas, debes recordar que para ti, para todos tus momentos, yo estoy muerto.
Te dejo amargo el tiempo que te regalé, lleno de recuerdos que, espero, guardes a buen recaudo. Te dejo algunos cuentos –infantiles- hechos para el mundo, pero dedicados únicamente a ti. Te dejo de dar el coñazo para siempre, de ilusionarte con futuros inertes, te dejo lo aprendido y una dirección sin camino que, de seguro, sabrás seguir.
Te dejo un poquito de dolor que no hace daño, para que todo lo que pasó no tenga sólo buenos momentos. Te dejo algunos cafés pagados en cualquiera de las cafeterías del aeropuerto, para que enseñes a los demás buenas costumbres. Te dejo un tramo cojo de mi vida...
Te dejo las sombras de charlas que duran hasta las 5 de la mañana, una vida abierta, una herida cerrada, algún que otro poema en propiedad –no me los pierdas-.
Sólo hay algo que, con o sin tu permiso, te pido;
déjame la cama tan deshecha como estaba, no soporto el orden de las sábanas.
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