Si me muriera yo
así, de repente,
qué lástima me daría
verme tan ridículo,
desplomado en el suelo del salón.
Cortaría mi lengua al instante
para impedirme opinar sobre mi estado,
me deshuesaría
para quedarme lo más cerca posible
del suelo.
Si mi espalda tocase tierra de repente
cientos de gusanos escaparían de mis orificios
para poblar cada poro de mis pieles
y me consumiría solo
en un sonido de lava blanca
brillante y viscosa.
Si me muriera de un día para otro
la marquesa que habita debajo de mis uñas
levantaría mi cadáver aún caliente
y lo llevaría lentamente
hacia una pira de hojalata,
y no serían humos
ni tampoco huesos en llamas
lo que brotaría de mis brasas,
serían órganos y maleza
que no sabrían reconocerse
una vez separadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario