Acabo de leer esta magnífica reflexión-poema en el blog de Luna y no he podido evitar la tentación de regalármelo. También es para vosotros.
Machine sublime.
El otro día fuimos a un edificio abandonado que custodia el final de la playa. Desde allí arriba se podía vigilar toda la ciudad, eran las seis y pico de la tarde y el sol se iba a poner. El cielo tenía un tono anaranjado por el centro y rosado hacia los bordes. El color y la luz de aquella tarde pasaban irrecuperables ante nosotros. Cuando volvimos a la civilización, antes de que oscureciera, discutimos sobre esta ciudad extraña en donde nos adentrábamos. Y es que la luz de Almería enamora. Tantas son las personas que vienen y se instalan en busca de su sol: paisanos o extranjeros adoramos su luz y quisiéramos quedarnos siempre en este espacio caluroso. Pero ocurre algo extraño en el proceso, algo cambia, de repente dejamos de amarla y la magia acaba. Bien lo saben nuestros creadores, todos ellos padecen una relación amor-odio con Almería que es difícil de explicar: esta ciudad supone para ellos un obstáculo, algo de lo que a veces se avergüenzan. Parece que al llevar un tiempo viviendo aquí los ojos se convierten en lentes de plástico y no somos capaces de apreciar la belleza. Amamos tanto este sol que llega a desquiciarnos. Odiamos la ciudad brillante, su luz ya no nos basta.
¿Y a quién le basta entonces? Almería es pequeña, imperfecta, pero tan acogedora como para dejarnos volver cuando la necesitamos. Ésa es la paradoja, su viento y su luz son máquinas destructivas, máquinas sublimes repletas de arte. Salir a la calle, pasear, darse una vuelta por las librerías, por los museos, por la Alcazaba… contemplar el cielo naranja y rosado de la tarde, disfrutar de lo poco que tenemos y casi nunca apreciamos, porque hemos mirado en vano tantas veces, y tantas veces creímos ver.
¿Y a quién le basta entonces? Almería es pequeña, imperfecta, pero tan acogedora como para dejarnos volver cuando la necesitamos. Ésa es la paradoja, su viento y su luz son máquinas destructivas, máquinas sublimes repletas de arte. Salir a la calle, pasear, darse una vuelta por las librerías, por los museos, por la Alcazaba… contemplar el cielo naranja y rosado de la tarde, disfrutar de lo poco que tenemos y casi nunca apreciamos, porque hemos mirado en vano tantas veces, y tantas veces creímos ver.
La voz de Almería, 29, Marzo 2008.
1 comentario:
genial, gracias!
no no voy a Edita!
besote!
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